Durante la ocupación romana
nuestra ciudad, entonces denominada Hispalis, logró ser uno de los centros
comerciales más importantes de Hispania. La primera referencia romana de la
urbe es del año 206 a.C., cuando se registró la batalla de Llipa entre romanos
y cartagineses y se fundó Itálica, que a partir de entonces se convertiría en
la ciudad residencial. Otra fecha que se resalta en la historia es el año 45
a.C., cuando, coincidiendo con la batalla de Munda, Julio César llega por
segunda vez a Hispalis y le concede a la ciudad el titulo de “Colonia Julia
Romula Hispalis”.
Pero César estuvo en la ciudad antes, aproximadamente entre los años
68 y 65 a.C., cuando era cuestor de la provincia. En este periodo se
remodelaron las principales murallas y sus torreones, reemplazando la antigua
empalizada. Y si bien no hay dato en contra para negar al ilustre romano la
gloria de haber sido su restaurador, según el político, militar y escritor
romano Aulo Hircio: “Sevilla en este tiempo estaba ya circuida de murallas, las
cuales serían de sólida y hermosa fábrica por cuanto el mismo César no se
decidió a vengarse de las ofensas de los lusitanos por temor de que éstos
incendiaran la ciudad y destruyesen sus muros”.
Según la leyenda César tuvo durante su estancia en la ciudad amores
con una joven llamada Syoma Julia, la cual le dio dos hijos. Al primogénito
César lo sacrificó para ganarse la protección de los dioses, dándole muerte y
enterrando su cuerpo ensangrentado bajo el cimiento de la muralla en el Arco de
la Macarena. Con ello se consideraba que la muralla y la ciudad serían
invencibles. Su amada Julia, desesperada por la muerte de su primogénito, huyó
del lado de César y ocultó a su segundo hijo, para lo cual cambió su nombre y
su identidad. Algunas fuentes consideran que pasó a llamarse Bruto y que, cosas
del destino, más tarde sería uno de los asesinos de su propio padre en Roma.
Con todo, la ciudad de Sevilla siempre ha guardado a la memoria de
César un gran respeto y consideración, ya que al ampliar la muralla y
engrandecer el perímetro urbano convirtió a Hispalis en la gran metrópoli del
sur de la península. Muestras de ese agradecimiento son las diferentes figuras
del dirigente romano que permanecen por la ciudad.
En la plaza de San Francisco está el Arquillo del Ayuntamiento (que
comunica la Plaza de San Francisco con la Plaza Nueva) y a ambos lados de éste,
a media altura, se ven dos hornacinas con estatuas, una de Hércules, a quien se
atribuye la fundación de Sevilla y la otra es de Julio César, que restauró y
amuralló la ciudad. Ambos figuran en este lugar de honor al ser considerados
los Padres de la Patria Hispalense.
También hay una estatua suya en la Alameda de Hércules, sobre una de
las dos columnas romanas que situó allí el Conde de Barajas en 1574.
Como podeis apreciar parece ser que Cayo Julio César, el hombre más poderoso del
mundo en su tiempo, tuvo que ver con Sevilla más de lo que en un principio se
podía pensar.
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